El Temps de les Arts

Romà Vallès. Un referente del informalismo catalán

Han transcurrido diez años de la exposición Memoria que la Fundación Vila Casas le dedicó a Romà Vallès, que sirvió para reconocer y a la vez recuperar la impronta de quien fue uno de los máximos exponentes del informalismo catalán, así como otra, en este caso de carácter antológico, que se pudo ver en el Centro Cultural Terrassa. Ahora, cuando se cumple el centenario de su nacimiento, de nuevo La Factoría Cultural de Terrassa presenta una excelente retrospectiva con casi un centenar de pinturas sobre papel, que lleva como título El papel de Romà Vallès, comisariada por los historiadores y críticos de arte Conxita Oliver y Joan Gil, grandes conocedores de su trabajo. La misma entidad junto con una comisión han organizado una serie de actividades relacionadas con el artista que se irán desarrollando en 2023 y 2024.

La colección privada de Romà Vallès está depositada en la Fundación Antigua Caja de Terrassa (la actual Factoría Cultura de Terrassa). Consta de 680 obras, así como de todos sus documentos. La Fundación gestiona su legado haciendo tareas de documentación y digitalización, así como restauración y autenticación de sus pinturas y grabados. La comisión responsable del Espacio Romà Vallès está formada por la hija del artista, Bel Vallès, los críticos de arte y comisarios Joan Gil y Sílvia Muñoz de Imbert, los directores del Centro Cultural Terrassa y de la Fundación Antigua Caja de Terrassa, Adrià Fornés y Josep Ribera, respectivamente. La Factoría dispone de un espacio donde se exhibe una parte de las obras de Vallès.

Fidelidad a una trayectoria

Romà Vallès se ha mantenido fiel a la abstracción durante toda su trayectoria creativa. Esta constancia y estimación por esta tendencia y más concretamente del informalismo sígnico y gestual, hacen que su aportación haya estado esencial. Precisamente Lourdes Cirlot en su libro La pintura informal en Cataluña, 1951-1970 destacaba que Vallès a finales de los años cuarenta ya empleaba la técnica del grattage en algunas de sus composiciones figurativas. Pero no fue hasta el 1956 que se adentra plenamente en la abstracción. Cirlot hace referencia en varios periodos de producción del artista comentando que durante los años 1958-62, o sea cuando ya está bajo los postulados informalistas, es cuando “se observa una profunda inquietud en Romà Vallès, originada fundamentalmente por el deseo de investigación y por el hallazgo de un lenguaje propio que le permite expresarse con toda la autenticidad (…) Las reminiscencias de la pintura gestual norteamericana y europea son muy lejanas”.

Romà Vallès se licenció en Bellas artes en 1950. Gracias a diferentes becas otorgadas por la Residencia de Pintores de la Alhambra de Granada y del Paular de Segovia pudo irse a París y después viajar por Italia y los Países Bajos, donde entró en contacto con las últimas vanguardias. Pero no será hasta 1955 que realiza su primera exposición individual en la sala Fernando Fe de Madrid. Junto con Alexandre Cirici y Antoni Cumella funda la Escuela de arte del FAD. Participa en la creación del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. Aunque toda su vida ha estado dedicada a la pintura, lo ha ido compaginando con la docencia, puesto que ha estado catedrático de dibujo de un instituto de Sabadell —de donde fue también su director— y de Barcelona, así como profesor en la Escuela Massana (1965-1969) y en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (1969-1984). Además, su faceta como pedagogo es igualmente importante, puesto que ha escrito varios libros relacionados con el arte infantil. Le preocupaba la comprensión y el estímulo que el arte pudiera despertar en los niños, y que mejor que hacerlo desde la base. Él mismo señala que “mi afición por el estudio del desarrollo del arte infantil, así como investigar a fondo las manifestaciones del arte de los pueblos primitivos, me llevaron bien pronto a la práctica de un arte casi totalmente abstracto”.
Romà Vallès, Vista general de la exposición

Como ha ocurrido con tantos otros artistas de su generación, no ha tenido el reconocimiento que se merecía por parte de las instituciones, sobre todo en el ámbito expositivo. Solo hay que destacar la publicación del libro Romà Vallès. 50 años de pintura, escrito por José Corredor-Matheos y prólogo de Conxita Oliver, que recuerdo perfectamente, puesto que con motivo de su presentación se hizo una mesa redonda con diferentes críticos: los autores del libro y del prólogo, Josep Maria Cadena, Pilar Gómez Bedate y yo mismo. El acto me permitió comprobar la estimación y admiración que el mundo del arte sentía por su obra, y sobre todo, por él como persona.

Las únicas exposiciones de tipo antológico, aparte de las protagonizadas en Terrassa, han sido las de la Pia Limosna de Barcelona (1998), el Museo de Teruel (2007) y la Fundación Vila Casas (2012). Su obra se ha podido contemplar en varias ocasiones a la galería René Metràs desde su fundación hasta la desaparición del galerista.

Las conversaciones que he mantenido con Vallés me han servido para saber cómo pensaba y actuaba cuando creaba una obra. Fue un personaje crítico y severo, pero también amable y comprensivo con el mundo artístico. Su opinión era necesaria para conocer de cerca el arte de vanguardia. Un arte donde él, como también otros artistas de su generación, ha estado pionero en la hora de profundizar en la génesis de la abstracción.

Su obra es de una honestidad extrema. ¿O no se puede considerar honesto pintar desde siempre dentro de una tendencia determinada cómo es la abstracción? Solo la compartió con algunas tendencias del momento, como fueron el pop-art y el conceptual durante los años setenta, tal como otros artistas lo hicieron. El escritor, poeta y crítico de arte Juan Perucho comentaba que “el arte de Romà Vallès es un arte romántico, que se apoya en el recuerdo, en la belleza del que fue visto alguna vez y que cayó en el olvido”.

El papel de Romà Vallès. En el centenario de su nacimiento

Los comisarios han dividido la exposición en diferentes ámbitos donde se pueden contemplar las principales etapas creativas. Hay que destacar que el espacio de la Factoría Cultural es de grandes dimensiones, lo que permite que las obras se puedan observar perfectamente, estructuradas “alrededor de once series que corresponden a unos determinados ciclos de estado interior y de experimentaciones sucesivas”. Las series son las Cosmogonías (1956-1964), los Collages (1964-1967), Geometría e informalismo (1968-1970), Biomorfisme (1970-72), Floraciones (1972-1974), Nuevos conceptos (1974-1979), Cuatro elementos (1978-1982), Signes (1982-1986), Nuevos espacios (1987-1998), Entre siglos (1999-2004) y Heráclito (2005-2015). Es obvio que los comisarios han hecho un exhaustivo trabajo de estudio e investigación de todas sus etapas, puesto que, aparte de la época de los collages que es la más fácil de identificar, el resto sigue unos parámetros más homogéneos que, a veces, son más complejos de distinguir, por eso estos “momentos creativos han tenido el mismo punto de partida: volcar el mundo introspectivo a la pintura y explicar en cada momento las experiencias más íntimas”. Y precisamente esto es el que se puede comprobar en la exposición.
Romà Vallès, Serie Signos. 1982-1986

El primer apartado corresponde a la serie Cosmogonías, término acuñado por el crítico y poeta J. E. Cirlot, con quién mantuvo una excelente relación. En el año 1993 se le hizo un homenaje a la desaparecida galería Ángela Rodeja de Barcelona, de la cual el artista destacaba que “Juan Eduardo Cirlot fue el primer crítico que creyó y, en consecuencia, apoyó un nuevo movimiento plástico que surgió a mediados de siglo a Europa, y que algo más tarde lo hará en nuestro país”. Como es obvio, la opinión de Cirlot era importante y premonitoria.

Esta serie nació según Vallès cuando un atardecer “después de manipular con tenacidad una tela durante todo el día, pude ver con claridad, o así me lo pareció a mí, como esta se había transformado totalmente, obteniendo un resultado casi mágico”. La cosmogonía hace referencia en su origen del mundo y del ser humano, así como su evolución dentro del universo. Es cierto que si vemos las obras que se exponen en este ámbito no las podamos relacionar aparentemente con el cosmos, pero como señalan los comisarios, se aprecia “un magma cósmico como materia prima que lucha entre la orden y el caos, entre el tenebrismo del negro y el blanco del absoluto”.

J. Corredor-Matheos destaca de esta temática su dramatismo, fruto “de una salpicadura del magma inicial y una contraposición de formas”. Como se puede adivinar, el orden y el caos siempre han estado presentes en sus creaciones, pero tanto en un caso como en el otro no surgen de la nada, sino que todo está relacionado, dependiendo de la distribución del color y de la materia originando la existencia de un clima que sea propicio entre el artista y su obra.

Después de Cosmogonías surge Collages, donde introduce recortes de prensa acompañados del color. Representa un cambio en su trabajo, principalmente porque trata de incluir un conjunto de recortes de papel “enmarcados en un fondo de pintura, estableciendo un diálogo y una confrontación entre el magma pictórico y la referencia icónica, como metáfora del mundo fragmentario y contradictorio moderno”, tal como comentaba Montserrat Gispert-Saüch con motivo de la exposición que hizo en la Pia Almoina, en 1998.

Respecto de Geometrías e informalismo, posiblemente es el momento más minimalista del artista, principalmente por la manera de normalizar el concepto de cosmos desde una visión geométrica. En cuanto al ámbito del Biomorfisme, Vallès se adentra en varias formas orgánicas y en Floraciones representa una manera de mostrar una gran cantidad de colores relacionados principalmente con tonalidades rojas, amarillas, azules y verdes sobre fondos neutros. La relación con la naturaleza es muy evidente debido a la aparición de colores de cariz explosivo.
Romà Vallès, Serie Cuatro elementos. 1978-1982

En Nuevos conceptos el artista emplea nuevos materiales que según él, le sirven para “el estudio de las tensiones que éstas introducían a la tela y a hacer hincapié, sobre todo, en el proceso”. Aquí surgen varios materiales, como por ejemplo cordeles y cintas adhesivas provocando un tipo de tensión espacial. En cambio, en Los cuatro elementos se advierte un determinado interés a mostrar formas más simples, donde casi no se observa la materia, pero que, en cambio, sí que aparecen diferentes elementos relacionados con los cuatro elementos conocidos como origen de la vida, a los cuales los filósofos presocráticos se solían referir.

En Signos es donde surge la idea de cierto dramatismo a través de la presencia de colores y tonalidades muy definidas, donde el gesto, según Vallès, “va cerrándose hasta adquirir el valor de auténticos signos. Nunca mi pintura se había expresado mediante formas tan concretas y contundentes”. O lo que es lo mismo, los trazos son más enérgicos que en las anteriores temáticas. En cuanto a Nuevos espacios la característica principal es su monocromismo, puesto que sobre un fondo gris incorpora otros colores neutros como el blanco y el negro, ejecutados con fuerza y rapidez, incluso aparece en la composición alguna materia a causa del grosor de las paletadas. También añade colores primarios que resaltan tanto por su densidad matérica como por su brillantez cromática. Los espacios que surgen suelen ser más grandes respecto a series anteriores.
Romà Vallès. Serie Nuevos espacios. 1987-1998

En Entre siglos, Conxita Oliver comentaba con motivo de una exposición que hizo a la galería El Claustro de Girona el 2007, que el artista “devuelve a sus orígenes, aquellos que valoraban la compacidad, el apelmazamiento y el grosor de las materias —arenas, pigmentos, aglutinantes— por encima de cualquiera otra cuestión”. Aquí aparecen más manchas, sobre todo rojas, azules, amarillas y verdes, ante un fondo blanco y gris. Esto no significa que antes el color no fuera importante, aunque habitualmente suele ser monocromo, sino que al menos, aparentemente, sobresale en su máxima expresión. La última serie es Heráclito, en la que se advierte su interés por el filósofo presocrático integrando de la escuela jónica, donde todo se encuentra en estado de movimiento, o sea de cambio continuo.
Romà Vallès, Serie Heráclito. 2005-2015

En conjunto, Vallés profundiza en cada una de las series en su significado, tanto si hace referencia al tratamiento del color, como el blanco, por ejemplo, pero con unas suaves manchas rojas y azules, como en el gesto, donde surge la fuerza y determinación de la pincelada. La apariencia casi frágil y discreta del artista se transforma cuando se encuentra ante la tela o papel. La materia, que nunca ha dejado de banda, el color y el gesto configuran una sinfonía de propuestas plásticas de primer orden que, aunque sean complejas de interpretar no son excusa por no disfrutar igualmente, porque en cada una se encuentran presentes tanto las emociones como los sentimientos y reflexiones de su creador.